Me siento a escribir aún con la respiración agitada. Cansa esto de mover el pandero a toda velocidad como hacen las bailarinas sexys en los videoclips. Nalgas perfectas y agarrables botándose y meciéndose a toda velocidad. Y yo lo intento y escribo sobre ello aún con la respiración agitada y el cuerpo marcando con pulsaciones el compás de la canción.
A veces olvido lo que me gusta bailar. Ya sea riéndome de mí misma cuando imito los movimientos de nalga de los videoclips o cuando dejo llevar mi cuerpo a cada sonido sin preocuparme del posible compás. Simplemente disfrutando y dejándome llevar. Porque al final de esto se trata todo, de disfrutar, de disfrutar queriéndose y haciendo lo que a una le hace feliz. Y si tus nalgas no se mueven como las de los videoclips no importa, lo importante es disfrutar y mover el cuerpo.
Me hace gracia cuando en las fiestas o las reuniones la gente le pregunta a otra si baila. Pues bien, bailar bailamos todos, mejor o peor. Los que dicen que no bailan, pues ya sabes, suele ser una cuestión de vergüenza, miedo a hacer el ridículo, pensamientos tontos de «yo no se bailar». Bueno, si nos ponemos así yo tampoco se bailar. Soy incapaz de mover las nalgas como las chicas sexys de los videoclips, es probable que pise a mi acompañante si trato de bailar salsa y que de pronto me salga del ritmo improvisando un nuevo paso de baile. Pero se bailar. Se bailar por el simple hecho de que bailo, porque sí, me gusta bailar. Quizás no sepa bailar en el sentido profesional, pero al final todos sabemos movernos y lo importante debería ser disfrutar.
Así que baila, no importa que lo hagas bien o mal. Lo importante es mover el cuerpo y disfrutar. Y sonreír y pasarla chido que para eso estamos aquí.
❤︎ Andrea y el baile:
No te lo voy a negar, a mi me encanta bailar. Bailo desde pequeña, desde que trataba de imitar a Britney Spears frente a mi espejo azul (te lo conté en Mi infancia en bolsas). Siempre es algo que me ha encantado. De alguna forma creo que me ha dado vida y ha sido una forma de encuentro conmigo misma. Una forma de pasarlo bien sin necesidad de nada más. Y lo hacía todo el tiempo, me encanta bailar desde que imitaba a María del Monte cantando «a la sombra de los pinos» con mi vestido de flamenca rojo en el salón de mi antigua casa de Buelna.
Bailo desde que tenía dos años, desde que tenía 6 y me ponía aquel vestido. Bailaba también cuando estaba en primaria y lo hice hasta los dos primeros años de la ESO, cuando hasta organizábamos bailes grupales en los recreos para bailarlos frente al resto de alumnos en la función del fin del colegio.
Creo que cuando llegué al Instituto, empecé a dejar de bailar. De a poquitos. Fue algo gradual. Según fui entrando a la adolescencia (a la edad adulta) empecé a tener vergüenzas, a temer los comentarios, los juicios externos y bailar se hizo cada vez algo más puntual. Los bailes frente al espejo, mucho más espaciados.
En primero de Universidad me apunté a salsa cubana o salsa de salón. Lo hice animada por una compañera, quien al poco tiempo se desapuntó. Creo que yo era la más joven de la clase y que la media de edad se acercaba peligrosamente a la tercera edad. Las clases eran divertidas, aunque se trataban básicamente en aprender pasos e ir aprendiendo a encadenarlos, por lo que no había mucho espacio para la improvisación. Aún así el profesor era como un torbellino de energía y yo lo disfrutaba bastante.
Pero como estas cosas nunca son muy relevantes, acabé abandonando esas clases y dedicando ese tiempo a cualquier otra absurda prioridad, ya fuera la universidad o cualquier otra responsabilidad pedorra. Bailar se limitó a los pasivos bailes de sábado en el Antxoqui (el bar de referencia de Bilbao). He de decir para los que no son de aquí, que en Bilbao no se baila, no se baila nada. Bailar se resume en balancear un poco el cuerpo de un lado al otro mientras se asiente con la cabeza y se sujeta el vaso en la mano, contieniendo el movimiento de los pies. Para eso los vascos somos unos neandertales de cuidado.
En México la cosa mejoró. Es llegar a Latinoamérica y el ritmo latino hace inevitablemente sonreír al cuerpo que de pronto se siente más relajado, menos entumecido, más natural. Algo menos congestionado a pesar del estrés de la ciudad. Mi grupo de amigos no resultó ser el más bailarín, aunque bailar era motivo de diversión así que mejor o peor bailábamos en muchos de nuestros motivos de reunión. Aún no conocía el calor de Sudamérica pero junto con algo de new age y electrónica la cumbia aún reclamaba su espacio y los cuerpos se movían, a veces incluso en pareja.
Y entonces llegó Sudamérica y el baile recuperó el lugar que se merece, haciendo sentir feliz a mi cuerpo aún tímido y entumecido después de tantos años negando esa pulsación que todo pie hace inevitablemente cuando suena música en el ambiente. Los ritmos se fueron sucediendo. Desde la cumbia argentina, pasando por los pintorescos sonidos de la zona andina (son un hit los videoclips de las cholitas) hasta llegar a uno de los puntos álgidos en cuestiones de baile de Sudamérica: Colombia. Bogotá fue tímida pero me atreví a bailar. Todo estalló al llegar a Armenia, el principio de la zona cafetera. Creo que yo nunca había visto forma igual de mover los pies. Tampoco había visto jamás mover las caderas como lo hacían en el caribe colombiano, al ritmo del Mapalé o el Bullerengue.
Volver a España y al Antxoqui este octubre fue una depresión. Un mortal aburrimiento. Y con esto quiero decir muchas cosas. Vamos a pasarla bien. Vamos a bailar, vamos a mover el cuerpo. Aprendamos de nuevo a disfrutar. Dejemos nuestras aburridas y «adultas» barreras mentales atrás y atrevámonos a ser nosotros mismos, a dejarle libertad al cuerpo. No hay mejor forma de aprender a a bailar que bailando y sobre todo disfrutando.
Te aseguro una cosa ahora que lo he vivido. Una reunión con alcohol y buena conversación, como acostumbra a ocurrir aquí, es algo entretenido. Pero cuando a eso le sumas el baile, la cosa adquiere otro nivel. Salir de fiesta en España está bien, pero salir de fiesta en Sudamérica es otra cosa. Se siente el cuerpo, se siente el calor. Es atreverse a disfrutar, a compartir, a despreocuparnos de nosotros mismos para aprender a dar y recibir de los demás. El baile comunica, el baile une. El baile es fuente de paz, el baile hermana y da vida, felicidad.
Así que atrévete, atrévete a bailar. No importan las vergüenzas o lo que digan los demás. Atrévete a bailar y déjate disfrutar. Eso que se pierden los demás, los que «no saben bailar». Si quieres bailar baila y disfruta, los demás te invidiarán y a lo mejor hasta contagias. Y si no, baila frente al espejo, baila sola en tu casa, baila con la luz apagada o apúntate a clases de salsa. Pero baila. Baila porque bailar es vida, porque es también una forma de descubrirse a una misma, de hacer las paces, de quererse mucho más.
Baila porque bailar es una forma de reír y por ende, de vivir.
Y tú, ¿bailas o no bailas? Te dejo los comentarios para improvisarte un paso :P
4 comentarios en «Y tú ¿bailas? | Atrévete a bailar»
El baile que gran placer para nuestro cuerpo.
Al ser latina llevo el ritmo en la sangre y sí, puedo decir que es un tópico correcto ya que me he criado aquí en España. Pero en todas las reuniones de mi familia siempre hay música latina. Mis padres no pueden vivir sin la música. Cuando era más pequeña en alguna ocasión quitaba la música para ver como reaccionaban y recuerdo que una de ellas mi madre me dijo que necesitaba escuchar música siempre para sentirse viva y alegre. Personalmente me encanta bailar y he probado varios estilos tanto latinos como modernos y es algo que espero nunca olvidar. Para mí bailar es parte de mi vida.
Supongo que también influye que la gente sea más alegre y jovial en Latinoamerica un poquito por la influencia del baile (esto también se nota al sur de España que conste).
Espero que nunca más olvides la importancia de mover el esqueleto viajera.
Un beso.
Yuri!! Lo cierto es que es un enorme placer! Es algo que envidio de la cultura latina, la facilidad que llevan todos en la sangre a la hora de bailar, esa alegría y energía que desprenden… En cuanto pasas del sur de España para arriba la cosa cambia. Ayer estuve de fiesta en Finlandia e imagina el panorama… (aunque para mi sorpresa algo bailaban, pero creo que no es ni siuiera comparable). Creo que en Latinoamérica el baile es vida, alegría y también una forma de comunicación, de comunión con uno y los demás… Lo que tus padres te han dado con la música y el baile, es un enorme regalo…
Muchas gracias por el feedback, me encanta leer tus comentarios! A ver cuándo me das unas clases de baile! A ver si perfecciono mis pasos! :P
Un abrazo grande Yuri!
Hola Andrea,
Yo también dejé de bailar hace mucho tiempo y mira que me gustaba, es una pena. Me alegro de que te hayas re encontroado con el baile.
Aquí, en Barcelona, la gente que disfruta del baile va a sitios latinos. Yo he ido alguna vez y la verdad es que te lo pasas muy bien. Quizás sería una buena opción para ti :)
Saludos,
Miriam Gandia
Miriam!!
Pues si te gustaba bailar, esfuérzate por volver a hacerlo, aunque como digo sea frente al espejo. Al final no se trata de bailar mal o bien, simplemente de disfrutar. Ojalá te animes a bailar de nuevo.
Y en cuanto a lo de los bares latinos, aquí en Bilbao no son tan frecuentes como quisiera (por no decir que la oferta de bares de noche, es realmente pequeña).
Un abrazo,
Andrea