Resistencia. La palabra dice mucho. Resistencia, resistir. Resistencia fue uno de esos lugares de los que no esperas nada, pero que, finalmente, te sorprenden para bien.
Antes de salir de Asunción, en Paraguay, miré el Google Maps. Resistencia estaba a unos 350km de Asunción, una distancia que holgadamente podía hacer a dedo en un solo día. Me conecté a Couchsurfing y vi que había muchos couchs, así que me puse a mandar solicitudes para pasar la noche. Mandé unas cuatro. Una pareja de chicos, un chico y dos chicas.
Gustavo y Andrés fueron los primeros en contestar, me dijeron que era bienvenida, pero que, como bien especificaban en su perfil, ellos eran militantes de Couchsurfing y, por tanto, no alojaban a surfers por una sola noche. Como ya había leído su especificación, les contesté diciendo que no tenía problema y, que si les parecía bien, me quedaría un par de días para tener tiempo a conocer un poco más la ciudad. Wilkipedia decía que era una de las ciudades con más esculturas, llegando hasta la friolera de 600. Considerada capital nacional de las esculturas, algo para ver habría al menos.
Haciendo Couchsurfing en Resistencia
El tramo a dedo me fue bien. Llegué a Resistencia sobre las seis de la tarde y encontré la casa sin problemas después de caminar bastantes cuadras. La reconocí de lejos, no podía ser otra. Un jardín de botellas recicladas vertical. Llantas convertidas en maceta colgando de las paredes. Cactus por todos lados. En cuanto me acerqué un poco más, noté las pintadas de CS en la pared. Era esa casa sin duda. Miré el número, había acertado.
Llamé a la puerta pero nadie me abrió, así que aproveché para dejar las mochilas en el suelo, sacar la cámara y hacer algunas fotos. Una gatita mimosa me vino a recibir. No pasaron muchos minutos cuando se abrió la puerta y apareció una chica. Me sorprendió un poco, puesto que yo esperaba encontrarme dos chicos y eso rompía un poco mis esquemas.
Era Carolina, una chica hermosa que enseguida me sonrió y me ayudó a llevar las mochilas para dentro. Ella también era una invitada, me explicó en cuanto tuvimos las cosas acomodadas. Andrés debía estar arriba y Gustavo trabajando. Subimos para arriba y conocí a Andrés, un chiquillo muy simpático. Me di una ducha y salí con él a ver una exposición artística en el Centro Cultural Nordeste, un centro que forma parte de la Universidad Nacional del Nordeste y donde se puede ir a recibir talleres artísticos, ver muestras de arte y demás. La verdad que los talleres tenían muy buena pinta.
Ahí conocí a Gustavo. La exposición no me gustó mucho, puesto que era una amalgama de piezas de distintos estilos y técnicas, pero al menos nos dieron chipaguazitos y vino, mal vino. Gustavo se fue luego y yo me fui caminado con Andrés en busca de la bici. Conocí la plaza central y un poco de los alrededores. Pasamos por empanadas y fuimos para la casa a cenar.
Al día siguiente, cuando me levanté, me encontré un mapa en la mesa. En él, los chicos, amablemente, habían anotado las direcciones que yo necesitaba. Quería un saco para dormir (el mío estaba en España) y un chubasquero. También quería una libreta tipo Moleskine para empezar un pequeño proyecto: contar el viaje con una narración distinta, haciendo un pequeño y simple dibujo al día. Me fui a probar suerte, pero era Semana Santa. Todas las tiendas de arte estaban cerradas y de las dos que había de cosas de montaña, solo una estaba abierta y en ella no me convenció nada.
Conociendo los alrededores de Resistencia
Me iba a ir al día siguiente, pero los chicos me convencieron de quedarme un día más con una suculenta propuesta: un día en el campo. No pude no aceptar, además me sentía muy cómoda en el lugar. Andrés me despertó temprano y subí a desayunar. Ahí conocí a Guilleme, un brasileño que acababa de llegar. También estaba viajando, aunque ya de regreso. Apenas era a entenderme nada con él. Él no entendía mi acento, mezcla de español y de mexicano, distinto al argentino. Yo era la primera vez que me enfrentaba cara a cara al brasileño. No importó mucho.
Nos fuimos al campo todos juntos. Andres y Gustavo, Guilleme y también Miguel, un catalán que llevaba ya un par de meses viviendo en la casa. Conocimos el terreno que habían comprado los chicos junto con otros amigos. Vimos como algunos de ellos habían empezado ya a construirse sus casas. Todo manual. Madera y buenas vigas. Parecía que iban por buen camino. En el terreno tenían hasta laguna y por si pareciese poco, también tarántulas.
El ático de Lu
De ahí nos fuimos a la casa de una amiga de los chicos. Ella resultó ser Luján Signoris, una artista especializada en arte textil con más de 14 años de trayectoria. Yo fui feliz curioseando su taller («El Ático de Lu») el cual comparte con su marido, Luciano Acosta, un reconocido artista autodidacta de Resistencia que acostumbra a trabajar con acrílico, mezclando en sus pinturas reminiscencias aborígenes y colores primarios. Me perdí por un rato entre pinceles sucios, acrílicos, pinturas de colores saturados, máquinas de coser, hilos y muchas más cosas lindas. Un auténtico paraíso.
Luján nos dio las llaves de la casa de unas amigas de los chicos y para ahí nos fuimos a comer. Tortillita de patata y ensalada, todo un verdadero lujo. Por la noche hubo pizza y cerveza que compartimos todos juntos.
Además, tuve la suerte de que los chicos me invitaran a participar en el programa de radio que organizan, «Ningún lugar queda lejos», de Radio Cecual. Me hicieron una linda entrevista sobre mis viajes.
Yo me iba a ir a la mañana siguiente por fin, pero el tiempo no quiso acompañarme. Cuando me desperté a las 6 de la mañana para emprender el camino a la ruta, me encontré con un enorme aguacero, así que volví a revolverme entre las sábanas.
Visitando el Fogón de los Arrieros
La verdad que que bien que llovió, porque sino me hubiese perdido mucho. Ese día, por la tarde, pude ir con los chicos, con Guilleme (que también decidió quedarse un día más) y con Carol, a conocer el Fogón de los Arrieros. Un lugar de encuentro cultural y artístico que sigue abierto desde los años 50. Les recomiendo visitar al menos la página web para que se hagan una idea.
El Fogón daría para una entrada entera, pero les cuento un poco no más para que se hagan una idea. Fue fundado por Aldo Boglietti, «como un estilo de vida,y fue creciendo hasta tomar forma y espacio en el solar de Brown 188, en 1943. Allí se nutrió, día a día, y en la tertulia de los martes («hoy, martes, café y entrada gratis’), la historia de una amistad honda, la de Aldo Boglietti con los hombres de este Chaco y sus caminantes.»
Entre 1952 y 1955 se fundó el nuevo Fogón, diseñado por el arquitecto Horacio Mascheroni, que es el que se conserva hasta hoy día. El Fogón fue taller de pintores y escultores, lugar de encuentro cultural, espacio para charlas y debates. La verdad que, cuando entras al Fogón, sientes que entras a un espacio que no entiende de tiempos, el pasado se mezcla con el presente y te invita a pasear por él con una actitud distinta a la que tendrías en cualquier otro lugar.
Tuve la suerte de conocerlo en jueves y poder escuchar una interesante charla sobre seducción en los comienzos del cine. Pude conocer el lugar, con todas sus excentricidades, incluyendo el cementerio que los fundadores del lugar construyeron para sí mismos aún en vida: “Colonia Salsipuedes”.
En el Fogón también conocí la historia del formidable perro Fernando. Un perro callejero que vivió en los años en los que nació el Fogón, entre la década de los 50 y los 60. Pese a a ser un perro vagabundo, todo Resistencia acabó enamorándose de él. Cuentan que, por las mañanas, se iba al banco y ahí le daban de desayunar. Café en su taza y pan. Siempre sobre la mesa, por supuesto, del suelo Fernando no comía nada.
Cuentan también que era un perro con un gran oído musical. Si había algún concierto en la ciudad y la musica no les gustaba o el músico desafina, Fernando gruñía. Si el concierto era de su gusto, movía la cola y si, la música era realmente nefasta, se iba, yéndose todos los asistentes con él.
Fernando frecuentaba los círculos culturales de Resistencia, era amigo de músicos, artistas e intelectuales. Cuando murió, su entierro fue el más concurrido de la ciudad, congregando miles de personas. Tras su muerte, ha sido motivo de multitud de homenajes, como la canción «Callejero» que le dedicó Alberto Cortez, más tarde versionada por Ataque 77, o algunas esculturas.
En fin, lo que iban a ser dos días se convirtieron en toda una semana. Los siquientes días aproveché para conocer un poco más la ciudad, para tener amenas charlas con Carol durante el día. Con Miguel en la noche. Conocí el museo de Arte Moderno o Casa de las Culturas, donde pude visitar sus exposiciones permanentes, con algunos de los artistas característicos del Chaco. También visité la exposición del momento, una muestra de Valeria Lucia Sá Fleitas, titulada «Una puerta al paisaje», la cual me gustó bastante.
Creo que este cartel de prohibido solo se puede ver en Argentina
También me fui a hacer el City Tour, un tour que recomiendo a todo el mundo. Es gratutito, dura unas dos horas y te llevan a conocer el Fogón de los Arrieros (que ya lo conocía) y el MusEUM, el lugar donde se realizan las bienales de escultura en Resistencia. El MusEUM es un lugar hermoso, con muchos espacios verdes. Uno puede tocar las esculturas, jugar con ellas y sentirse libre en el lugar. Si pasan por Resistencia, lo recomiendo.
Clases de cerámica en Resistencia
También me apunté a clases de cerámica con los chicos. Fuimos a la casa de Maria Inés Rossi, una simpática ceramista que me acogió en su taller a buena voluntad. Me explicó un poco acerca del barro autóctono, de los procedimientos de la cerámica. Pude hacer una pequeña piececita (que luego destruí) y amablemente me dio unas rápidas clases de torno. Lo que parecía muy fácil en sus manos, se volvió un desastre en las mías. Inés es una estupenda profesora, con mucha paciencia para enseñar y mucha pasión por lo que hace.
La última noche en Resistencia cené con Carol. Pasamos primero por el Cecual, un centro de encuentro cultural alternativo, pues yo me había quedado con ganas de echarle al menos un vistazo. Cuando le eché un vistazo, me quedé con más ganas aún de conocerlo a fondo. Una pena, tenía una pinta estupenda.
Pero bueno, Carol y yo fuimos a uno de esos bares típicos de señores y bebimos vino en una jarra con forma de pingüino. Yo no comprendía semejante excentricidad. Qué hace una jarra con forma de pingüino al norte de Argentina, donde aún ni siquiera hacía frío. Por lo visto la forma ayuda a airear el vino y hace que un vino malo tenga mejor sabor.
✶ Además de visitar el MusEUM, el Cecual y el Fogón de los Arrieros, pueden caminar por el sendero de las esculturas, un circuito que reúne 151 obras de arte y que está marcado en rojo. Comprende tres tramos, el Azul o central, que comprende casi en su totalidad la plaza «25 de mayo» y se inicia en la «Casa de las Culturas», el tramo Rojo, que inicia en Av. Sarmiento, y el tramo Verde, que inicia en Brown 500.
✶ Si van a Resistencia, pueden dormir en el camping que está en el Parque 2 de febrero. Creo que anda por los 35 pesos.
✶ El City Tour sale de la Casa de las Culturas o Museo de Arte Moderno (es lo mismo). Sale de martes a sábado a las 10:00 am y a las 18:00pm. Es completamente gratuito. Los sábados y domingos pueden disfrutar también del City Náutico, que incluye también un paseo en lancha por el río. Sale a las 16h, también completamente gratuito.
4 comentarios en «Resistencia, una ciudad del Chaco»
Andrea, que genial lo que escribiste. Desde esa casa muy emblemática de CS, pasando por las muestras, charlas y fogones, y acabando con el famoso pinguino.
Me ha dejado pensando mucho, casualmente que hayas estando en RESISTENCIA. Creo es un bonito mensaje, para toda mi sudamérica querida, que a la distancia sigo amando y luchando por que siga levantándose.
Muy buenas pruebas de arte, también a partir de tu prosa. Muchas gracias.
Un abrazo,
Martin
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Martin! La verdad es que la casa de Gustavo y Andrés es una de las casas más emblemáticas de CS que he podido conocer. En ella encontré hasta el libro Caminos Invisibles dedicado en persona por sus autores, Juan y Laura! Es una casa llena de historias que contar y con unos anfitriones encantadores (que voy a tener la tremenda suerte de reencontrarme en solo unos días aquí en España).
La verdad es que el nombre de la ciudad, la hace muy significante. Gracias por tus palabras Martin.
Te mando un abrazo,
Andrea
Hola Andrea, soy Hugo de la ciudad de La Plata, cerquita de Capital Federal. La verdad que me sorprendió la movida cultural de Resistencia, debo aceptar que nosotros los «porteños» tenemos una mirada bastante prejuiciosa y estigmatizante del Norte y particularmente de Chaco. Me diste ganas de conocer!! Espero que sigas bien en tu viaje por la hermosa Latinoamerica, lugar, que como decía Facundo Cabral, se conserva mejor que en cualquier otro lado, el amor por la vida. Saludos!!!
Hugo! Que bacán que mi entrada te haya dado ganas de conocer el norte de tu país. El norte es hermoso… La verdad yo tampoco me esperaba mucho de Resistencia, pero fue una gratísima sorpresa. Todos deberíamos librarnos de esos prejuicios absurdos con los que cargamos y tratar de conocer las cosas por nosotros mismos. El norte me trató de lujo, viajé a dedo y conocí gente muy hermosa, lo recomiendo! Gracias por tus buenos deseos y la bonita frase de Cabral. Ojalá te animes a conocer el norte. Abrazotes!