¿Se puede poner una ciudad en palabras? ¿Qué tan pretencioso es intentarlo? Lo desconozco pero en este texto voy a intentar poner Helsinki en palabras. Escribir una crónica de un viaje a Helsinki para hablar desde las emociones. Las sensaciones.
Si lo que quieres es info útil te dejo por aquí la guía alternativa de Helsinki para que sepas qué ver en la ciudad. Pero en una guía, por útil que sea, no caben todas las experiencias que yo viví en la ciudad, por mucho que la complemente con un post sobre su comida típica o sobre los deportes de invierno de la ciudad.
No, Helsinki no queda explicada con eso, no importa cuántas guías yo haga o cuántas ya haya. Helsinki es mucho más que eso, es más que guías, más incluso que palabras.
Crónica de un viaje a Helsinki
Helsinki empieza en Madrid. Empieza con despedidas, con desapegos, con acciones que marcan un antes y después. Con nuncas y con quizás, con posibles que vienen y van. Helsinki empieza con falta de tiempo y por tanto, con prisas. Helsinki empieza llegando tarde al aeropuerto de Madrid en donde había quedado con una Sara desconcertada, pero no malhumorada.
Helsinki es nieve, pero el primer contacto con ella es breve y es bajando del primer avión en Berlín. Helsinki es llegar al aeropuerto y que no haya llegado tu maleta, con toda tu ropa y tus cosas dentro. Helsinki es dar las gracias a que te has traído las botas puestas, la chamarra en la mano y el portátil y la cámara en la mochila de mano y salir a la calle sin el resto de tu equipación en busca del autobús de la 1.28 de la mañana otra vez con prisas y sentir esa primera sensación del aire helado que atraviesa a -27 grados tu garganta. Fuerte, frío, helado.
Helsinki es llegar a casa de una amiga finlandesa con alma mitad mexicana que conociste hace más de tres años en México, con la que viajaste a algunas de las costas mexicanas y más tarde por España, en un viaje que recorrió Bilbao, Madrid, Valencia y Barcelona. Es conocerla en su entorno y conocer un poco del mundo en el que vive, su casa, su barrio, sus costumbres y sus compañeros.
Y es también revolucionarlo por unos días con un estudio de tatuajes improvisado en el pasillo con Unicornio incluido. Con fiestas de cumbia mexicana y bachata colombiana, para derretir con ritmo latino el frío de Finlandia, consiguiendo que algunos, incluso, se pongan a bailar y rompiendo así cualquier fruto del constante frío.
Una ciudad helada
Helsinki es sentarme a escribir en la terraza de nuestro apartamento en Aallonkoti con el abrigo, el gorro, los guantes y las botas puestas a las dos de la mañana y no poder escribir porque la tinta de mi bolígrafo se congela y contentarme con mirar a través del cristal los conejos gigantes que corren entre la nieve, preguntándome cómo se las ingenian para vivir en tan duras circunstancias.
Helsinki es pensar cómo puede ser una ciudad tan cosmopolita, alegre y al mismo tiempo rígida, fría y ordenada en un entorno tan salvaje teñido de blanco donde lo único que distingue las carreteras son las anteriores rodadas y la gente espera en los invisibles pasos de cebra a que la luz del semáforo que sobresale entre la nieve se ponga en verde. Y ver que a pesar de la interminable nevada y el paisaje blanco, todo sigue impecablemente funcionando a la hora prevista y en el sentido indicado.
Frío y moda
Helsinki es divertirme en la calle, haciendo un riguroso examen de las distintas modas de invierno y cada uno de los personajes. Desde el clásico modelo ruso, con un grande gorro de piel con orejeras integradas, abrigo largo de piel y botas cerradas, hasta las coquetas señoras, con sus gorros de diseño, sus plumíferos de colores, esos zapatos estrechos con un par de centímetros de tacón de cuero brillante que se ven extremadamente fríos y sus manoplas con flor de ganchillo. También los serios y los más darks, con abrigo largo y bota alta.
Los más hipster, con su gorro de Costo con pompón de colores, jeans, campera y botas marrones, además de su mochila cuadrada o su bolsa de tela, manoplas incluidas como no, normalmente de lana. Estos individuos también están orgullosos de enseñar sus calcetines de lana por encima de sus botas o sus frías vans, convers o similar.
Están también las chicas a las que no les importa sufrir con tal de ir a la moda. Se pueden ver jeans ajustados con roturas de gran tamaño incluidas y piel al descubierto (nótese que yo llevaba leggins y otro par de pantalones), faldas con un solo par de medias o medias transparentes y chaquetas ligeras.
Y es que lo de ir a la moda y a la vez sobrevivir al frío es un dilema. El dilema de la cebolla o en mi caso del hombre Michellin, Michellin man, como solían llamarme. Y es que claro, salir a la calle con estilo o más aún ponerse coqueto para ir de fiesta es como tratar de resolver un acertijo. Está la opción de pasar frío. También ponerse miles de capaz para quitártelas y quedarte con la capa fiesta una vez que llegas al loca. O también, como no, ser una Michellin Man y renunciar a la estética. Siempre queda la opción turista que hacíamos Sara y yo de ponerte la capa térmica bajo la capa fiesta.
Caminando sobre el hielo
El mar. El mar que lame la orilla totalmente congelado. Rascando bajo la nieve mientras no dejo de preguntarme: ¿Verdaderamente es hielo lo de abajo?
Helsinki es nieve y es caminar sobre el mar helado para mi asombro que no deja de crecer. Es dar los primeros pasos timidamente, tratando de no apoyar todo el peso, como si sirviera para algo.
Helsinki es ver que la gruesa capa de hielo, cubierta de nieve no se rompe ni yo me hundo y caminar unos pasos más mientras voy ganando confianza en esta experiencia que ni había llegado a pasárseme por la cabeza que algún día iba a experimentar, con todo lo que a mí me gusta el mar y estoy acostumbrada a verlo jugar y batir las olas en los días de tormenta, viendo la luz reflejarse en la oscuridad de sus aguas.
Helsinki es caminar por el mar helado y cogerle gusto, es ver cómo los muelles se ven absurdos rodeados de hielo y de nieve, sin ningún barco atracado, solo una bici que aguanta estoicamente el frío y la capa de nieve que la cubre.
Helsinki es ver los patos en el poco de agua que permanece sin congelar y preguntarnos por qué esta especie no emigrará. Es ver un pato recién nacido y sentir tu cuerpo palpitar al verlo ahí, entre esos tallos blancos totalmente helados mientras te planteas si resistirá. Es sentir la nieve crujir bajo tus pies y como poco a poco estos van perdiendo temperatura en el momento que te paras y dejas de caminar.
Helsinki es que se me congelen las pestañas y sentir una sensación rara cada vez que trato de pestañear. Sentir que los ojos se pegan, que algo te impide bien y preguntarte si tus pestañas se van a romper al tratar de despegarlas. Es entrar al calor y que el hielo se convierta en agua y sentir como si mis pestañas se humedecieran queriendo llorar.
La puntualidad del norte
Helsinki es llegar tarde, siempre y a todos sitios y sentir un continuo apuro de tiempo ante sus estrictos horarios que nunca alcanzamos. Y es que una española y una mexicana no son ejemplo en asuntos de puntualidad. Es llegar cuando a la cocina le faltan 10 minutos para acabar turno y salir cuando el local está a punto de cerrar.
El único día que conseguimos llegar a tiempo a la comida fue el día que quedamos con Edu Kehäkettunen, quien nos entrevistó para Radio Helsinki acerca de nuestra experiencia en #HelsinkiSecret. Le caímos bien y al final nos hicimos compas. Nos regaló entradas para el hockey, nos acompañó a comer (aunque para nosotras fuera el desayuno -a las 11-) y vino a despedirnos desde el otro lado de la ciudad con pizza y cerveza antes de su viaje a Estocolmo.
Helsinki es patinar en el centro de la ciudad mientras Inkeri nos enseña algunos pasos y movimientos nuevos. Es caerme después de más de dos horas patinando en el momento justo en el que Inkeri se pone a grabar el video y empezar a reírnos sin parar.
Helsinki es esa hamburguesa que me enfurruña pero también una botella de vino más a las 5 de la mañana y baile y risas y mi mal inglés que no es un problema porque al final me hago entender y como mucho caigo en un mal entendido que provoca risas y rompe el hielo otra vez.
Helsinki es no encontrar la calle y preguntarle a una desconocida en la parada del tranvía. Es que la desconocida te diga su nombre y decida acompañarte a través de las calles y espere contigo el tranvía correcto para llegar sana y salva a mi destino.
Helsinki es el café malo, ese café finlandés al que le queda mucho por aprender y el cual me preparaba Sara con amor por las mañanas al modo américano mientras yo aún me desperezaba en la cama deseando dormir más. Helsinki es nieve en la primera mañana y Sara gritando de alegría desde la ventana porque es la primera vez que se enfrenta a un paisaje tan nevado, porque es la primera vez que ve nevar, así, a copo cerrado, o a cualquiera. Es la primera vez que ve nevar. Helsinki es nieve un día y otro también, para que se pueda acostumbrar.
Viviendo en la nieve
Es reírnos al experimentar este lifestyle tan distinto al que estamos acostumbradas y que a veces tanto nos descoloca, donde la gente lleva en el coche del maletero una pala. Una pala. Una pala para cada vez que hay que coger el coche y hay que quitar primero el metro y medio de nieve que se ha formado alrededor. Y de ahí la pala y la gente bien vestida con todo su style y pala en mano enfrentando la labor antes de ir al trabajo.
Helsinki no son niños y carricoches, ni niños ni frazadas. Helsinki son niños en trineos remolcados por sus pacientes familiares. Trineos de plástico, trineos de colores, trineos con dibujo o moteados. Algunos más pro y sobre todo los básicos.
Y niños, niños como bolitas abrigados, bolitas de colores, minipersonitas que parecieran salir de un descenso en sky a los que quiero fotografiar pero no me atrevo, subidos en ellos y recorriendo así las aceras, las calles, atravesando pasos de cebra, subiendo bordes y cunetas, como si toda la ciudad fuera un parque recreatorio de diversión invernal infinita.
Helsinki es ir en mitad de la ciudad y encontrar un grupo de gente construyendo un iglú, elaborando cada uno de los ladrillos a base de prensar nieve en cajas de leche y colocándolos después. Helsinki es construir un inglú en grupo con desconocidos, sin importar si durará o servirá, solo con motivo de disfrutar. Helsinki es encontrar gente pescando en mitad del mar congelado, en mitad de la ciudad. Un agujero, una silla, un termo de glögi caliente y a esperar.
Frío y calor, hielo y sauna
Helsinki es el saludo con la mano. Es el baile de la serpiente que hago cada vez que trato de dar dos besos a alguien por pura costumbre y ellos me responden con un movimiento asustado de mano.
Helsinki son los dos besos que consigo dar después del apretón inicial en el momento de la despedida, los finlandeses sonrojados. Porque el frío finlandés es como esa capa de hielo del mar helado. Es una capa bajo la cual está el agua templada e incluso las corrientes cálidas. No hay mejor forma de descubrirlo que la sauna, donde todo el frío se derrite para dar lugar a un ambiente cálido sin prejuicios ni pudor.
Donde las capas de ropa desaparecen y cada uno se enfrenta al otro con la purita desnudez y con el corazón abierto. Donde a cada salida de vapor, el ambiente se distiende y relaja más y los desconocidos de pronto parecen contentos y ansiosos de iniciar conversación, compartir una cerveza en la fría nieve en toalla o tomarse la situación con humor. Porque la sauna es como el corazón. No se puede estar en Finlandia y no experimentar la sauna. Es como venir a España y no comer jamón o tomarte unas cañas.
Y sí, esta es la huella del angelito que salí a hacer emocionada en la nieve. Había que hacer uno durante el viaje y lo de hacerlo en bolas le agregaba un punto extra de dificultad.
Dentro de poco, más historias sobre Finlandia y el frío de Finlandia. Sobre deportes, ropa para el frío, hacer dedo más allá del Circulo Polar Ártico en busca de auroras boreales a Laponia y mucho más. ¿Te lo vas a perder?
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4 comentarios en «Helsinki en palabras: crónica de viaje»
Si yo tuviera que decir qué es Helsinki, sin dudarlo diría que es una ciudad que piensas que conoces pero que te sorprende a cada paso.
De la sauna, te reto a pasarte un minuto bueno sentada encima de la nieve. Una experiencia muy buena para congelarte el culo ;)
Saludos!
Michan!!
Me hiciste reir mucho con lo de sentarme en la nieve. Solo de pensar en tener el culo ejerciendo presión durante todo un minuto sobre la nieve… Pero bueno, con toallita de por medio si que me estuve mis 10 minutos sobre el bordillo de piedra en la calle! Así que no es lo mismo pero vale ;)
La verdad es que Helsinki es una emocionante caja de sorpresas. Creo que no se equivocaron nadita con el nombre de la Residencia, #HelsinkiSecret, totalmente acertado.
Saludos!
Hola Andrea!
Definitivamente Helsinki fue para tí PURA VIDA!
Me alegra mucho, guapa.
Un abrazo.
Diana!
La verdad que Helsinki fue una auténtica gozada y la vivencia de un montón de experiencias!
Un abrazo!