Si te gustó mi primer escrito de bolsillo desde Oregón, quizás te guste también esta nueva versión de Escritos de Bolsillo desde Ciudad de México que te traigo hoy.
A mí me gusta este espacio que me brindan estos pequeños escritos de bolsillo porque en ellos soy capaz de nuevo de hablar y de escribir de esas otras facetas del viaje que a veces se quedan de lado en los artículos que hablan de destinos, de consejos o de esas otras cosas que son súper necesarias y que sé que te gustan y te sirven y te animan a viajar.
Pero el viaje no son sólo los destinos, no son solo los países que se suman a ese mapa que a todos nos gusta dibujar. El viaje es todo el proceso que te lleva de un destino a otro, de un tiempo a otro, de una versión de ti a la siguiente. El viaje es todo lo que pasa antes, durante y después del viaje, si hay un después del viaje.
El viaje es también estos escritos de bolsillo. Un montón de palabras inconexas, un montón de tiempos muertos y de vivencias. Un montón de reflexiones, de experiencias, de emociones, de nombres, de cuartos, de espacios. Un viaje son también todas esas historias personales, todos esos momentos que se omiten del guión, de la lista de anécdotas.
Por eso me gustan estos escritos de bolsillo. Porque me doy cuenta de que me devuelven este espacio de libertad. Este espacio en donde hablar del viaje sin tener que hablar del viaje, sin centrarme en él, poniendo atención a lo colateral, a lo interior y lo personal.
Porque un viaje es también estos escritos de bolsillo desde Ciudad de México, esta reflexión acerca de lo que significa o lo que conlleva habitar un nuevo espacio.
Y es que un viaje te obliga a habitar muchos nuevos espacios. A cambiar de decorado una y otra vez. Un viaje te vuelve camaleónica y te ayuda a ser capaz de cambiar, de mutar con facilidad.
Y te obliga a habitar nuevos espacios, a tratar de hacerlos tuyos, a sentirlos casa y hogar no importa cuál sea el código postal.
[bctt tweet=»Un viaje te obliga a habitar nuevos espacios, a hacerlos casa y hogar sin importar el código postal. » username=»lapiznomada»]
Así que aquí te dejo estos escritos de bolsillo desde Ciudad de México y esta pequeña reflexión acerca de lo que significa habitar un nuevo espacio, a veces por un par de días, otros por medio mes o hasta varios.
Escritos de bolsillo desde Ciudad de México | O sobre habitar un nuevo espacio:
Tengo un nuevo cuarto. Debería corregir el verbo tener. Habito un nuevo cuarto. Tener tenemos poco, tener tenemos nada o sólo por momentos.
Habito un nuevo cuarto y en solo 12 días ya lo he llenado poco a poco de mí, de mi sello. O debería decir de mis manías, de mis hábitos, de mis olores y mis objetos. Pero como dice la Chusi, quizás debería de dejar de usar el debería, el tengo que. Quizás debería usarlo más y otra vez empiezo por debería.
Muchos deberías y muchos tengo que que últimamente he dejado de lado. Es como hacer oídos sordos solo que no existe la sordera mental a no ser que se compare con la meditación. Y no, no he meditado en estos días ni en los anteriores. Más bien esta gripa me ha dejado a mí de lado y ha mermado mis energías.
Pero ya tengo o habito un cuarto nuevo. Esta vez no es abuhardillado pero sigue siendo blanco. Esta vez no es un tercer/cuarto piso pero accedo a él a través de un puentecito.
Cuarto nuevo, casa conocida. He vivido aquí antes, hace ya cuánto, dos años, más? Otro cuarto de la casa, otra Andrea distinta, otras circunstancias, otro tiempo, otra vida y a la vez la misma.
Ya tengo mis flores junto a la ventana. Mis macetas de barro. Una que ya he pintado un poco y a la que aún le falta más color a base de líneas de Posca paralelas que se superponen creando un entramado, un arcoiris, como todo en la vida. Dos flores que no sé que son. Una violeta, otra morada. Un tulipán que se abre y se cierra a placer, que deja entrever sus pistilos amarillos.
Mi mesa nueva. Me pregunto cuántas mesas he creado, he montado en esta vida. Cuántos cuartos blancos nuevos he habitado. En qué otros colores he estado. ¿Blanco, azul era mi primer cuarto de niña? ¿De qué color era en Buelna? Fue azul muchos años en Turanzas, luego amarillento en el apartamento. Blanco en Oviedo. Blanco en casa de mi abuela paterna. De papel pintado en mi cuarto de princesa. Blanco en mi cuarto de la casa ocupa, con olor a pintura después de cubrirlo todo. Amarillo fue también en Santiago Tepalcatlalpan, luego azul grisaceo. Blanco fue aquí, en esta casa, en aquel otro cuarto. Blanco en la Roma, blanco en mi pequeño cuarto abuhardillado cerca del mar. Blanco vuelve a ser ahora.
Cuántos cuartos. Cuántos cuartos he pintado de blanco. Cuántos botes de pintura, qué capacidad de adaptarme a un nuevo espacio.
Ya tengo una rutina.
Empieza con la capa de pintura blanca, sigue con la mesa: una tabla grande, un par de eles a la pared. Antes patas, ahora travesaños. Taladro para fijar las eles a la pared. Tornillos, desarmadores. A veces una capa de pintura para la tabla, otras de barniz.
Una balda en la pared, un tubo para poder colgar mi ropa en perchas en él. Una botella de agua al lado de la cama, el diario. Un espejo de cuerpo entero apoyado inestablemente en algún lado. Un par de flores para dar color y vida al espacio. Una lista de cosas que hacer pegada a la pared. Algún dibujo, alguna foto, alguna imagen que dé un poco de calidez. Unas velas para llenar el espacio de calor y de olor. La libreta y las acuarelas sobre la mesa.
Es poco y es todo. Es fácil. Son sólo un par de días de trabajo para hacer mío un nuevo espacio. Ya tengo, habito un nuevo cuarto blanco.
¿Te han gustado estos nuevos escritos de bolsillo desde Ciudad de México? ¿Has tenido que habitar alguna vez un nuevo cuarto, un nuevo espacio? ¿Cómo haces para sentirte cómoda allí donde vas? Cuéntame en los comentarios si tienes alguna rutina especial, si te cuesta habitar un nuevo espacio o lo haces con facilidad.
Ya sabes que me encanta escucharte y respondo todos y cada uno de los comentarios! Y si te ha gustado, a mí me ayudas un montón compartiendo en las redes sociales!
Un abrazo,
6 comentarios en «Escritos de bolsillo desde Ciudad de México»
Mi alma no tiene color ni olor, la habito cada día y en cada momento, va donde yo voy y la siento neutra sin sonido ni olor quizás quiera ser yo quien le coloree a cada instante, quizás quiera ser yo quien la escuche y la personalice, viajo con ella y a veces me paro a saber donde se encuentra pero normalmente va y convive.
Hola Lola.
La verdad no sé si el alma tiene color o si acaso olor, si es uno uno diferente o un todo de luz. Lo cierto es que sí va donde uno va y nos acompaña siempre y es nuestra tarea aprender a escucharla, a reconocer sus colores si los tiene y a pintarla a cada rato con matices y detalles nuevos.
Un abrazo desde México
Al principio me cuesta un poco asimilar el nuevo sitio si las paredes están muy sucias, soy como tú, me gusta el blanco, me transmite un poco de seguridad, que suerte la tuya! no todo sitio se puede pintar! Y si el sitio es muy pequeño me cuesta, pero luego voy adaptandome, Mis mañas es poner sahumerios o incienso, que por lo menos el olor me cambié el ánimo. Saludos.
Poesía,
Qué placer encontrar tus palabritas por aquí. Coincido totalmente en que, como dices si el espacio es pequeño, el proceso se complica. Mi nuevo cuarto es pequeño, quizás el más pequeño en el que haya estado nunca, habría que medir. Aún así el blanco siempre hace a espacio y está bien iluminado y no queda más que ponerle onda y buscar la mejor disposición de los elementos para sentirme cómoda.
Y sí, el olor es fundamental, creo que lo primero que hice fue poner una barrita de copal :) y luego mis velitas de olor. Al final como dices también el olor nos cambia el animo y hay que ir construyendo esas pequeñas mañas que nos permiten sentirnos en casa.
Te mando un abrazo grande y gracias por pasar linda!
De repente un día, me sorprendo a mí misma llamando mi casa a un rincón sudamericano donde vivía…tan lejos de la España que me vio nacer. Cuando cambias tanto de lugar y en tan poco tiempo, al principio sientes que parece que no perteneces a ningún lugar…con el tiempo aprendes a hacer tuyo cada lugar, aprendes que no es necesario que sea la casa de siempre para sentirlo tu hogar. Entiendes que cualquier lugar en el que vivirás, por tan poco tiempo que sea, será tu hogar, porque un hogar no es otra cosa que tu día a día, tus experiencias, tus emociones, en parte lo que tú eres ahora. Cuando llegas a decir mi casa, entonces, sólo entonces empiezas a tener un montón de hogares alrededor del mundo. Aprendes que ningún hogar es ajeno, porque tu hogar eres tú y siempre te acompañará allá donde vayas si antes has sido capaz de encontrarte a ti misma en cualquier rincón del mundo…Precioso saber de tus cuartos de colores Andrea =D
Qué lindo leer tus palabras Viveca, qué dicha encontrarte por aquí y que cierto lo que dices.
Me quedo con amor con el final: «ningún hogar es ajeno, porque tú hogar eres tú y siempre te acompañará si antes has sido capaz de encontrarte a ti misma en cualquier rincón del mundo…»
Qué cierto eso. Cuanto entiendes eso, el mundo de pronto es más pequeño y más cercano, no asusta tanto, porque entiendes que haya donde vas está siempre tu hogar. El hogar está adentro, esa es la magia, hacer de una misma casa.
Muchas gracias por pasar y comentar Vivanca, ha sido un placer encontrar tus palabras.
Te abrazo en la distancia!