I carta de despedida: Bogotá (agosto 2015):
Últimamente no paro de ver frases y citas en relación al viaje y al retorno, vuelta del mismo. Será que uno se fija sólo en las cosas que tienen relación con lo que uno está viviendo o proyectando, será que lo atrae. Poesías que me pegan mis amigas en el muro, frases y citas que aparecen por ahí.
Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.
Viajar es vestirse de loco
es decir “no me importa”
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.
Viajar es sentirse poeta,
es escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.
Viajar es volverse mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.
Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.
Gabriel Gárcia Márquez
Será, será que viajar es regresar, será que ese momento llega inevitablemente en algún punto. Será que volver es parte del viaje. Últimamente todo gira en torno a eso. Ayer Marina se fue al aeropuerto, regresó a Buenos Aires. En Cartagena, muchos mochileros que nos encontramos ponían fin a su travesía en esa colorida ciudad. Muchos con los que viajé han regresado en estos días.
Viajaría seis meses más. Viajaría siempre, recorrería rutas sin parar. Pero viajar es también regresar, pues “volver es un viaje en sí mismo”.
Es tiempo de enfrentar este otro viaje. Enfrentar el viaje de la vuelta, volver a los orígenes, zanjar historias que quedaron pendientes al momento de mi marcha, volver a poner otras en su lugar e ir construyendo nuevas. Volver es necesario, no solo se me ha acabado el tiempo en el calendario. Ya son tres navidades fuera, en países distintos. Toca volver por esta vez, toca abrazar a los seres queridos. Toca hacer exploración y análisis de esta nueva persona en la que el viaje me ha convertido. Toca empezar a conocerla también en la calma de la cotidianidad, observar las nuevas reacciones y los cambios que he sufrido en un espacio para mí ya conocido. Toca hacer introspección, toca poner en orden las ideas, toca hacer regresión y tratar de asimilar todo lo vivido durante estos más de seis meses y medio de viaje.
Foto de Ómar Javier Umaña, mi host en Bogotá. La foto me la tomó en el patio, justo donde escribí este post.
Hoy es un día raro. Bogotá se siente frío, gris y lejano. Ya no estoy aquí conociendo un nuevo lugar. Finalmente ayer cerramos el círculo en la ruta. Volvimos al punto de partida de este último mes en Colombia que he compartido con Marina. Es la primera vez, la primera vez en el viaje que regreso al punto de partida, que cierro un círculo, pues esa era una de mis normas del viaje, nunca regresar, nunca cerrar círculos, ir siempre hacia delante explorando caminos y lugares para mí aún desconocidos.
En cambio hoy vuelvo a estar aquí, en Bogotá, en el mismo patio desde el que escribí hace un mes atrás. La casa a la que llegó Marina para empezar una aventura juntas que terminó ayer cuando ella se fue en taxi en la madrugada al aeropuerto y yo me quedé de nuevo aquí, donde llegué a buscarla, sola otra vez, esperando ahora sí el avión que me lleve a mí hacia tierras por primera vez en estos seis meses conocidas. Tierras que ya tienen una imagen de mí, tierras que me han visto caminar y conocen parte de mi historia y mi intimidad. Personas que me recibirán con un abrazo, tras todos estos meses sin vernos, personas que ya me conocen, pero que experimentarán por primera vez esta nueva Andrea en la que me ha trasformado la ruta, esta Andrea que aún tiene que crecer.
En unos días vuelvo, vuelvo primero a México, donde dejé mis cosas y aún me esperan. Vuelvo de nuevo a México y he de reconocer que lo hago con muchas dudas, con muchos miedos, sin saber bien a qué voy al encuentro, cómo fluirá ese mes que puede ser retorno o partida. Y vuelvo, vuelvo de nuevo en Octubre a España, a Bilbao, a Asturias, a mi tierra y mi familia. Vuelvo a la lluvia, a las mantas, a las altas horas de la madrugada en mi pequeño cuarto blanco y azul oscuro. Vuelvo a mi mar, a mi mar cantábrico mientras todos van y vienen de distintos sitios.
Es tiempo de vueltas. No es una sola, son varias. Son muchas despedidas, son muchas bienvenidas, son muchos cambios y mucha vuelta a lo de siempre, mucha vuelta a lo ahora ya distinto.
Y cierro los ojos por un segundo. Tengo en el cuerpo una sensación rara, no es fácil asimilar este día gris, estas palabras escondidas hasta ahora. Marina ha dejado un vacío, este último mes no ha tenido apenas silencios, se ha llenado de conversación continúa y de risas, de intimidad compartida. Ahora vuelvo de pronto a estar sola, vuelve TODO el tiempo para mí y vuelve de golpe, inundándolo todo, llenando el espacio de silencio y de una recuperada conversación interior que a ratos hasta ella misma se calla tratando de evaluar la situación. De comprender, de asimilar los cambios, de escucharse a sí misma.
Marina se fue y me dejó sin momentos tan «pon lo que quieras» como estos.
El cielo está gris, es un día gris. ¿Será que los días de despedida son siempre así? Miro las teclas, las negras teclas y sigo escribiendo. Sigo escribiendo para tratar de llenar, para tratar de comprender, para regresar, para regresar a mí misma otra vez. Es tiempo de vueltas, de finales, de recomienzos, de asimilación y de exploración introspectiva.
“Viajar es regresar” y pienso entonces que el viaje no termina, que todo es parte. Que son siempre idas y venidas. Despedidas y reencuentros. Que así como las cosas se van las cosas vienen. Que la vuelta es solo un cambio de paisaje, un reencuentro. Que la palabra conocido y desconocido son siempre relativas y que a cada vuelta uno ve las cosas con una mirada distinta. Viajar es siempre ir y venir y “volver es un viaje en sí mismo”. Respiro hondo, que empiece pues este nuevo desafío. Sigamos dejando la ruta fluir.
II carta de despedida, Cancún (22/09/15)
No se qué intento es. No se ya cuántas veces he intentado escribir, escribir-me esta carta de despedida. En realidad, creo que no han sido tantas, la sola idea me paraliza. Rehuyo de ella, la ignoro, la esquivo, pienso en otras mil cosas y siempre encuentro algo mejor que hacer, algo que escribir mientras tanto, al fin y al cabo no hay prisa.
El primer intento fue más inocente. Realmente creía aún que sería fácil escribir estas palabras, que sería fácil escribir este post, que sería fácil hablar de despedidas, o de bienvenidas. De fin y comienzo de viaje, de viajes. Me senté y simplemente empecé a escribir pensando que las palabras más o menos fluirían solas, que estaba claro lo que había que decir, lo que había que escribir. Al fin y al cabo debían ser palabras definidas, informativas, que explicaran un momento presente, el cambio de paradigma.
Que dejaba Bogotá, que dejaba Colombia, que dejaba el viaje, la forma de vida que había llevado los últimos siete meses. Que volvía a Cancún, a México, donde había dejado mis cosas y aún alguien esperándome y que, de ahí, tras bienvenidas y despedidas, volvería a España, donde pararía por un rato el tren para producir en todos los sentidos y poder estar cerca en estos tiempos importantes de mis seres queridos. Parecía tan fácil cómo eso, eso bien dicho pero al final fue un salto al vacío bastante decidido.
Este segundo intento, en cambio, soy más consciente ya de lo complicado de estas palabras, de lo que me cuesta escribir, no escribir, sino soltar, pues aún no suelto. Incluso ahora continúo dando rodeos. Y es que no es tan fácil, no es tan fácil admitir que se acabó, que se terminaron esos casi siete meses en ruta que ahora mismo parecen un sueño. No es fácil admitir que el primer intento de esta carta de despedida lo escribí en Bogotá, aún en Colombia, aún contando las horas que me restaban en la parte sur de esta américa latina que me ha hecho sentir tan viva, porque aún siento magia en la punta de los dedos de tantos momentos.
Se acabó, se acabó Sudamérica y lo escribo así, en negrita, para ver si así al menos yo me lo creo del todo, me creó que se acabó y que algún día existió. Y lo intento por segunda vez, desde Cancún, México, de nuevo en cuenta regresiva, segunda despedida, o tercera, si empezamos a contar por la de Marina. En un par de días vuelo a DF. Aquí, en Cancún, me he encontrado de nuevo a una persona, hemos vuelto a probar suerte y hasta he aprendido a andar en patineta, en DF volverán a estar mis cosas y será de nuevo una cuenta regresiva y otra despedida, tercera ya o cuarta si empezamos a contar por la de Marina.
Volaré a Madrid en pocos días, me despediré de México, esta vez si que quién sabe por cuánto tiempo. Sospecho que no será tan pronto, pero eso es imposible saberlo. Volaré a Madrid y me encontraré con algunas de mis amigas y será entonces una despedida más, cuarta, o quinta, si empezamos a contar por la de Marina, porque de ahí me iré a Bilbao y estaré en “casa” de nuevo, quién sabe por cuánto tiempo. Y cómo va a ser fácil esta carta de despedida si son demasiadas despedidas, demasiadas cuentas regresivas, de personas, de países, de ciudades, de continentes y hasta de formas de vida. Demasiados rencuentros en muy poco tiempo, un tornado entremezclado que aún no soy capaz de ver y que no se bien hacia dónde me hace girar ni cómo, pero sigo dejándome llevar para ver hasta donde me lleva y cómo todo queda al final.
No es adiós, es un hasta pronto.
¿A dónde me voy? ¿De dónde me voy? Dudas existenciales nómadas.
* El tercer post de la seria «Carta de despedida que nunca termina» lo encontrarás aquí: Carta de despedida que nunca termina | Vol III: ¿es una despedida?
¿A ti te gustan las despedidas? Cuéntamelo en los comentarios.
4 comentarios en «Carta de despedida que nunca termina | Vol. I: Adiós América»
Me hiciste llorar con esas cartas. Hermosas palabras.
Lorena! Espero que esas lágrimas hayan sido para bien o que al menos hayan servido para sacar esas emociones que a veces guardamos dentro bajo llave y que resulta tan liberador sacar.
La verdad es que estas cartas están escritas de corazón.
Te mando un abrazo cálido!
Para bien, para sentir nostalgia, tus cartas llegaron a mi en el momento indicado pues recién regresaba a Colombia de mi viaje por Europa, y te confieso que los primeros días me sentía completamente desubicada, sobre todo porque mi maleta todavía olía a Europa me entiendes? jaja.
Y cuando uno regresa y se encuentra a esos familiares y amigos con miles de preguntas sobre el viaje, me sentía tan aturdida que al final opte por decirles: «todavía lo estoy procesando». Fueron demasiadas experiencias en tan poco tiempo y luego me di cuenta que un pedacito de mi corazón se quedó allá, y eso que mi viaje no fue por tanto tiempo como el tuyo, pero de igual forma siento que transformó mi forma de pensar, me estoy replanteando lo que realmente quiero.
Una de las cosas que más nostalgia me ha dado, fue escuchar una canción mientras desempacaba la maleta, una canción que precisamente escuché por primera vez en Madrid mientras estaba sentada en un parque, el corazón se me detuvo por un instante porque recordé absolutamente todo….ese momento y leer tus cartas ha sido lo que más me ha conmovido en esta etapa de post-viaje….estoy segura que esa canción si la hubiese escuchado acá en Colombia un día cualquiera, hubiera sido irrelevante para mi jajaja.
Pd: https://www.youtube.com/watch?v=oYav1M8FUuo
Un abrazo!
Lorena, te entiendo, te entiendo mucho, entiendo esa sensación, ese tener que enfrentarse a deshacer la maleta, a sacar de ella todos los recuerdos que guarda, todas las vivencias que carga. El olor entra por la nariz y una vuelve por un momento a sentirse allí y como dices, se siente desubicada, tu mente aún sigue en el viaje pero tus pies vuelven a estar en casa.
Y sí, no hay duda, una deja una parte de sí misma en el viaje y al mismo tiempo, ese viaje va a seguir siempre acompañándote, conformándote, formando parte de lo que ahora eres, transformándote. Seguirá haciéndolo aún un largo rato, mientras vayas procesando todo lo vivido. Hace ya dos años que yo volví de mi primer viaje largo mochila a la espalda y aún sigue haciéndolo. Las experiencias nos transforman, lo hacen en el momento y también con el tiempo, según vamos digiriendo, entendiendo.
Por cierto, reconozco que nunca he sido muy amante de Juanes, pero aún así me he pasado toda la tarde escuchando la canción que me has puesto y las que luego Youtube ha ido añadiendo, gracias por eso :) La música tiene esa capacidad de hacernos viajar. Yo cuando volví de Sudamérica me pasé escuchando durante días la canción Latinoamérica, de Calle 13 y había veces que terminaba llorando a moco tendido.
Te mando un abrazo grande y tómate con calma la vuelta y, sobre todo, trata de mantener ese espíritu viajero ahora que estás de vuelta, eso también es un desafío!