Parque Natural de Urkiola: escalada y Santuario

¿Has estado alguna vez en el Parque Natural de Urkiola? ¿Te gustaría conocer qué hay que ver y que hacer en Urkiola? Pues sigue leyendo, porque hoy te traigo un plan redondo para que pases el día disfrutando de un entorno de montaña.

Personalmente, reconozco que, aunque me queda bastante cerca, nunca había estado en el Parque Natural de Urkiola. Por eso, a pesar del día nublado, fue toda una sorpresa descubrir Urkiola y todo lo que tiene que ofrecer. Su imponente paisaje, las montañas que de él forman parte y toda la historia que encierra el Parque Natural de Urkiola.

El Parque Natural de Urkiola


El Parque Natural de Urkiola es un espacio protegido que engloba el sur de Vizcaya y el norte de Álava. Son 5.768 hectáreas en las que está el conjunto montañoso formado por las sierras de Aramotz-Eskubaratz, los Montes del Duranguesado y la sierra de Aragio.

Además de ser un lugar con un paisaje imponente, está cargado de leyendas e historia, ya que como nos cuenta Unai, Mari, la principal figura de la mitología vasca, tiene su morada en la cumbre del Amboto, la más alta de todas, con más de 1.300 metros.

Según nos narra Unai, fue el último lugar del País Vasco en ser conquistado por el cristianismo, en parte quizás porque estaba lejos y protegido por el paisaje montañoso, en parte porque la mitología propia abundaba. Una vez que el cristianismo consiguió imponer su fe, consiguió que sus habitantes le fueran fiel.

Hoy no sólo sorprende el enorme Santuario de Urkiola, tan grande en mitad de las montañas, sino también el Mirador de las Tres Cruces y todas las cruces que adornan el camino hasta llegar a él.

Visitando el Santuario de Urkiola


En un entorno privilegiado, rodeado de montañas, de bosques de haya, fresnos y abedules nos encontramos el Santuario de Urkiola, uno de los templos católicos más antiguos y más venerados de la provincia. Se empezó a construir a finales del siglo XIX y se terminó a principios del siglo XX.

Como curiosidad, Unai nos cuenta que no sólo está situado en el corazón del Parque Natural de Urkiola y prácticamente en el centro de Euskadi, sino que además su tejado divide las aguas de la lluvia de forma que, las que caen a un lado del tejado terminarán en el mar Cantábrico y, las que caen en el otro, terminarán yendo a parar al mar Mediterráneo.

Además, en el jardín se puede encontrar los restos de un meteorito (o eso dicen). Los supersticiosos cuentan que, si le das 7 vueltas, puedes encontrar el amor. Lo que Unai no nos especificó es si lo encontrarás en el Parque Natural de Urkiola o en otro lugar.

Marina junto al meteorito. A su espalda, el Santuario de Urkiola

​El mirador de las Tres Cruces:


Al lado del Santuario de Urkiola te encontrarás con un bonito camino rodeado por un hayedo que te llevará al Mirador de las tres cruces, pasando antes por un nevero que usaban tiempo atrás. Como nos explica Unai, antiguamente se usaban en Urkiola los neveros naturales (lugares de la montaña donde debido a la sombra o a las hendiduras de la roca la nieve se conserva todo el año), para conservar la comida. Éste fue creado artificialmente y es un agujero con un muro de roca protegido por un tejadillo. que marca el inicio del camino.

Pero volvamos al camino al mirador, que por sí mismo merece la pena. A nosotras nos ha tocado un día nublado y es una pena, pero aun así es muy bonito disfrutar del camino con ese ambiente neblinoso y los colores del otoño. No puedo evitar recordar las tardes de infancia en las que, con mis padres, solía ir a recoger castañas.

Al final del camino, que es cortito y se puede recorrer en unos 10 o 15 minutos, te encuentras con el mirador de las Tres Cruces o el «Vía Crucis». Desde aquí puedes disfrutar de una imponente panorámica en la que destaca el monte Alluitz, el Astxiki y el Untzillaitz, como nos explica Unai.

Mirador de las Tres Cruces Urkiola

También nos explica que en la mitología vasca se creía que, en los días de mal tiempo como el que nos ha tocado, la diosa Mari estaba con su amante Herensuge creando vida. Por eso es de las pocas creencias mitológicas que asocian el mal tiempo a algo bueno. Podéis escuchar la historia en boca de Unai en el Facebook Live que grabamos ese día y escuchar la risa de Marina que demuestra cuánto nos gusta la curiosa historia.

Además, Unai nos explicó que desde el Santuario salen multitud de rutas de montaña. Las hay de todos los niveles, como la de Saibi, una de las más fáciles. Sin duda un lugar para explorar con tiempo si, como a mí, te gusta la montaña y desconectar por unos días de la vida ajetreada.

Escalada en Urkiola:


Además de rutas de montaña, en Urkiola existen muchos lugares para escalar. Dependiendo de tu nivel son recomendables unas zonas u otras. Nosotras somos principiantes y por eso elegimos una pared fácil, pero tanto si eres principiante como si tienes otro nivel, puedes echarle un ojo a las posibilidades que ofrecen los majísimos chicos de Basquemountains, con quienes hicimos la actividad. También ofrecen opciones de espeología y hasta circuitos de orientación, que suelen ser divertidísimos si vas con amigos, para hacerlos por equipo.

Pero nosotras a lo que habíamos venido al Parque Natural de Urkiola era a escalar así que, aunque el día no acompañaba demasiado, nos empeñamos en intentarlo. Para ello, volvemos a bajar y emprendemos camino hacia el monte Astxiki, de 791m.

El camino hasta llegar es todo un descubrimiento y yo pienso, en el momento, que no importaba si escalamos o no, porque sólo recorrer el camino de ascenso ya hace que el esfuerzo merezca la pena. Los colores del otoño, las hojas en el suelo, el camino con sus tonos ocres y marrones, del mismo color que los troncos de los altos árboles junto con los tonos rojizos y granates contrastados al verde reinante y, a cada claro en la vegetación, unas vistas impresionantes.

Un sentimiento al parar en mitad del camino y respirar aire puro que a veces olvidamos en la ciudad, una sensación de  naturaleza, de libertad.

Según subimos el bosque y los altos árboles se van quedando atrás, la vegetación se hace más pequeña y entonces vemos el pico y los picos de su alrededor, esa inmensidad que me hace sentirme pequeña y que, incluso con el día nublado, me hace sonreír de felicidad.

Aprendiendo a rapelar


Ya arriba observamos la pared que, a pesar de que ha dejado de llover, aún sigue húmeda. Por eso, para empezar Unai decide explicarnos cómo rapelar, una técnica de descenso que consiste en poner postura rana (perdonen los entendidos) e ir bajando paso a paso por la pared vertical mientras nuestro compañero nos va soltando cuerda, para que bajemos suavemente.

Así que mientras Unai monta la cuerda, nosotras nos ponemos los arneses y los cascos, ansiosas por empezar. Empieza Marina quien hace que eso de rapelar parezca muy fácil. No lo es tanto cuando me toca mi turno y descubro que soy bastante más torpe de lo que pensaba y que las manos frías no ayudan nada. Para qué mentir, estoy más tensa que la cuerda que me va soltando Unai.

Aun así, nos quedamos con ganas de más y aprovechando que en este rato la pared ya se ha secado un poco, Unai nos monta una vía para que experimentemos de verdad lo que es escalar (para nuestro nivel de principiantes, claro). Nosotras mientras nos ponemos los pies de gato y observamos la facilidad con la que sube Unai, que hace que, a su lado, nosotras parezcamos dos patos.

escalada en Urkiola

Yo no puedo dejar de observar también el paisaje, ahora que, por fin, la niebla se ha despejado y, aunque no me doy cuenta, debo de estar en replay repitiendo una y otra vez lo bonito que me parece el lugar mientras cámara en mano, no dejo de fotografiar. También le pido a Marina que me tome alguna foto con el sol dándome en la cara y esa expresión que tengo de satisfacción y es que aunque había escalado una vez antes, nunca lo había hecho en un lugar tan especial, tan lleno de energía, de magia, como si las montañas me mirasen desde su majestuosidad.

Subiendo nuestra primera vía


Pero Unai ya ha terminado de montar la cuerda y nuevamente, Marina es la primera en animarse mientras yo le miro desde abajo. En mi defensa, diré que Marina tiene más experiencia, aunque es gracioso escuchar como a cada paso va preguntando «y ahora qué, qué hago».

Menos gracioso es cuando lo intento yo que, aunque pregunto menos, estoy segura que sufro más. La altura, aunque no es mucha, impresiona. No sólo la altura a la que estamos del suelo en el que hemos dejado las cosas, sino la altura a la que nos sentimos al mirar el paisaje alrededor, tan imponente, tan grande, majestuoso.

La piedra, la piedra gris. La sensación de estar suspendida a metros de altura, asegurada sólo por la fuerza de mis piernas y de mis manos, de mi pericia. El desafío de cada paso, de cada metro escalado. La concentración al máximo buscando hendiduras en la pared plana, pensando cuál ha de ser el siguiente lugar al que agarrarme, en qué saliente poner el siguiente pie. Y el cuerpo que se estira y que se tensa. Puedo sentir músculos nuevos en mi cuerpo mientras hago el esfuerzo de subir un pie y trato de confiar, aunque con miedo, en mis capacidades, en la decisión que acabo de tomar al elegir un sitio u otro al que agarrarme.

Esa sensación de estar pegada a la pared y sentir que, con un paso en falso, me puedo desprender. El peso de la gravedad y la tenacidad que, gracias al esfuerzo, me lleva centímetro a centímetro hasta arriba. O quizás debería llamarlo terquedad, porque como dice Unai, hoy hemos de ser las únicas en todo Euskadi que, con este día gris, se han animado a escalar. Y yo no sé si es tenacidad o terquedad, si son ambas o es lo mismo, pero a pesar de las dificultades y de las manos frías, consigo llegar hasta arriba de la vía. Y son sólo unos metros, pero para mi inexperiencia ha sido no sólo un hito, sino todo un reto.

Esto es estilazo; en vez de escalando parece que estoy saltando

Es hora de bajar, así que nuevamente vuelvo a rapelar y ahora, aunque con tristeza y ganas de más, es hora de recoger y emprender el camino de vuelta, no sin despedirme de las montañas y prometer volver, porque como se suele decir, siempre hay que quedarse con ganas de más, para así, regresar. Yo, sin duda, lo haré. Eso sí, espero que la próxima vez la Mari no esté de fiesta y el Parque Natural de Urkiola nos regale mejor tiempo.

Cómo llegar a Urkiola


Para llegar a Urkiola, lo mejor es ir en coche. Nosotras fuimos desde Getxo, a las afueras de Bilbao. Para ellos fuimos en dirección a Durango, donde por cierto luego paramos a comer en el Restaurante Batzoki, donde nos dieron de lujo.

Pasando Durango cogimos la carretera a Urkiola, donde empezamos a subir. Una vez ahí tuvimos que tirar del Google Maps, aunque es bastante fácil llegar. Puedes aparcar abajo o ir en coche hasta el Santuario, donde además encontrarás un restaurante para tomarte algo.

ℹ︎ INFO ÚTIL PARA VISITAR EL PARQUE NATURAL DE URKIOLA:


 ✈️ Urkiola forma parte de Euskadi, así que si necesitas un vuelo lo mejor es volar a Bilbao. Puedes buscar las mejores ofertas de vuelos a Mallorca en SkyScanner, donde encontrarás los mejores precios.

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Y tú, ¿conoces el Parque Natural de Urkiola? ¿Has escalado alguna vez en alguno de sus picos o has hecho alguna ruta por la zona? ¡Cuéntamelo en los comentarios!

Un abrazo,

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¡HOLA! SOY ANDREA BERGARECHE

Desde hace más de 5 años vivo viajando y ayudando a mujeres como tú y como yo a ser más libres, fuertes e independientes.

2 comentarios en «Parque Natural de Urkiola: escalada y Santuario»

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