Suena Chavela Vargas. Lleva sonando tres días en este cuarto blanco y abuhardillado. Hace un rato he leído mi dosis de Magalí Vidoz. A veces sus palabras son como un bálsamo, un canto, un canto de sirenas que me devuelve hasta lo más profundo de mí misma.
Me miro en el espejo. Mi rostro sereno. La trenza larga descendiendo por mi espalda. La silla roja y el vestido amarillo que me puse ayer. La camiseta escotada de pijama, la falda negra, la lunita creciente asomando desde mi rodilla. Me miro y el reflejo me devuelve la mirada. Y Chavela suena y acorde tras acorde me acompaña. El sol entra por la ventana.
Maga hablaba de ciclos. Ciclos. Lo escribo y siento que lo puedo masticar, la palabra entera. Ciclos. Y es como un chicle que se me pega entre los dientes. Los ciclos no se miden, se consumen. Y yo he consumido el mío. Se cierra un ciclo y otra vez volvemos a empezar.
Se cierra. Pienso cuándo se abrió. Qué ciclo de todos estoy cerrando. Cuándo comenzó este ciclo que mastico. ¿Fue hace exactamente cuatro años cuando dejé por primera vez este castillo para conocer México por primera vez? ¿Es ese el ciclo que estoy cerrando? Puede ser.
Tengo 25 años, cumplidos hace menos de un mes. En el último año y hablo de año como algo relativo, he terminado un viaje largo, he terminado una relación, he alcanzado un cuarto de siglo. Ayer despedí a mi abuelo. Te quiero.
Un ciclo significa dejar ir y también venir. Sí, es éste, es ese ciclo, éste es el fin y 4 años atrás fue su comienzo, no hay duda. No ahora. Igual que existen las dudas existen las certezas. Este ciclo empezó hace cuatro años, cuando supe que me iba a México.
Por aquel entonces cerré un ciclo también. Despedí a Nirka. Eché a volar. Me fui a México, empecé un viaje, empecé una relación. A lo largo del ciclo terminé los estudios, fui y volví a México, empecé un viaje, empecé este blog, sumé cuatro años al calendario.
Me creció el pelo. Hoy me llega a la cintura, a las caderas. Hace un par de semanas me lo corté, pero un poco, un poco no más. Rompí mi promesa infantil o quizás la había cumplido ya. Se lo ofrendé a la luna, a la tierra. Escribí, escribí para mí y escribí poesía.
Me acuerdo de ese verano, de cuando me fui a México. También fue un verano raro. Y cuando volví. Me acuerdo de los calurosos días en Navarra, de llamar a Haizea, de ir a Vitoria. Me gustan los veranos, pero a veces son raros. Será la luz del sol, que de falta de costumbre nos deja a todos trastornados.
Leo tiene que estar a punto de nacer. Leo, llegas a un mundo raro. Fascinante pero raro. A veces hay días como éste, días sin tiempo, sin significado o uno que al menos, nosotros, terrenales, no podemos comprender. Quizás hoy tú sí que comprendas y sepas de ese dios que mi abuelo tanto andaba buscando y preguntando.
A veces me cuesta escribir, qué guardar y qué decir. A qué saben las palabras, cuál es su significado, su connotación. Cómo tejer un vestido blanco, un vestido largo. El vestido del que habla Chavela en la canción de Tata Dios.
Tengo las uñas verdes. La luz es de verano e ilumina todo a mi alrededor. El día es espeso, largo. Hace calor y al mismo tiempo siento frío, lo saben los pelos de mi brazo, a medio erizar. Manos frías. Manos frías me decía mi abuelo. Y pienso en Sofi y en esos días en México.
Pienso en muchas cosas más. Le debo mucho a México. La templanza de afrontar este momento, los acordes y la voz de Chavela acompañándome y acunando en mí todo lo aprendido en este ciclo, que me hace hoy capaz de despedir, despedir con amor y con cariño, festejando la vida que queda y lo que nos queda. Festejando lo vivido, lo aprendido y compartido.
Y mole de chocolate en día de muertos. Y lleno el cementerio. Ritmo de rancheras y acordes de mariachi. Y una nariz puntiaguda.
Pronto abandono este castillo otra vez, este cuarto blanco y abuhardillado. Presiento que será un viaje largo. Hay mucho que aprender, mucho que recorrer. Volví hace 10 meses, exactamente 10 meses. Volví para despedirme de mi abuelo, para estar con él. Pronto me voy de nuevo. Sé por dónde empiezo, pero no sé dónde acabe. Así son los ciclos, así los mastico.
Creo que es hora de ir al mar. Mi mar. Dices que no es el mar, sino tomarse el tiempo para reflexionar. Y es verdad, pero no hay mejor terapia que mi mar y no es lo mismo cuando es otro. Cada una tenemos nuestras manías, las construimos por y para nosotras mismas.
6 comentarios en «Ciclos. Lo digo y lo mastico»
Hermoso post. Desde el 2010 mi vida está llena de ciclos o círculos. Hoy justamente hace un año que hice mi viaje en bici de Rosario a Bariloche. Otro ciclo fue viajar por tierra desde Argentina a México. Hoy trabajando y planeando Egipto Marruecos Japón y donde me lleve el viento. Mi querida Andrea suerte en Australia suerte con tu hermosa vida nómada. Ah, y Vidoz no es de este planeta, para mi es la Maradona de las palabras mágicas. Jajaja.. . Besos cuidate y te acompaño en todo.
Querido Marce!!
Si es que al final, la vida son eso, ciclos o como dices, círculos. Unos más grandes, otros más pequeños, pero uno va cerrándolos y abriéndolos. A veces los marcan la edad, en nuestro caso los viajes y en otras cuestiones personales. Yo siento que estoy a punto de abrir un nuevo círculo. Pensaba cuando escribí el post que cerraba ese ciclo, pero creo que en realidad me ha llevado todo el año ir cerrándolo y ahora por fin estoy a punto de abrir uno bien grande. Veremos qué pasa, que con estas cosas nunca se sabe.
Japón! Qué ganas! El otro día vi que han sacado una Working Holiday para Japón, igual algún año la pido, quién sabe! Y no, Vidoz no es de este planeta, sus palabras son puro amor y cada vez que tengo un día raro, entro a leerla, sus palabras hacer de bálsamo!
Te mando un abrazo grandote Marce! Seguimos en contacto, es siempre un placer encontrarte de vuelta por acá! Mil gracias por estar! :)
Ciclos de la vida, algo normal para muchos y algo extraordinario para otros.
Bonito post Andrea, solo por curiosidad ¿en qué playa estás casí sin brasier?
Saludos nena.
Hola Delia, estoy en la playa de Toró, en el pueblo de Llanes, Asturias, donde viví mi infancia.
Un beso!
Lindo texto Andrea!
Me sentí muy identificada con tu reflexión…
Es cierto, así son los ciclos… y lo que hace la vida emocionante es que no nos avisa de sus giros… para bien o para mal.
Pero con la actitud correcta, «todo lo que sucede, conviene»
Un abrazo y buena ruta en esta vida rara!
Alicia!
Qué placer tenerte por aquí!
Me alegra saber que te has sentido identificada con mi reflexión, como dices, así es la vida y así son los ciclos, que nunca avisan. Pero como bien dices, con la actitud correcta, todo lo que sucede, conviene. O es la forma más conveniente de verlo ;)
Un abrazo grande Ali!